ACTITUDES VENGATIVAS Y TIRÁNICAS DE LOS NIÑOS. ¿CÓMO PODEMOS CONTROLARLAS?


Según la AEPap (Asociación Española de Psiquiatría en Atención Primaria), el 4,2% de los niños españoles entre 6 y 16 años sufre el Trastorno Negativista Desafiante (TND) o Síndrome del emperador.



¿A qué se deben estas conductas?

Si echamos la vista atrás es casi impensable imaginar a los nacidos antes de los 90 diciendo “no quiero comer esto, hazme otra cosa” o teniendo rabietas monumentales en mitad de un supermercado, pero actualmente, no hace falta rebuscar mucho entre nuestros amigos y familiares para ver casos de pequeños emperadores. Algunos de los factores que pueden coronar a un pequeño emperador son:

Poco tiempo de dedicación. El trabajo o el estrés del día a día hace que no estemos tan presentes como nos gustaría y eso muchas veces deriva en un sentimiento de culpabilidad que nos lleva a sobrecompensar cubriendo los deseos inmediatos del niño.

Falta de límites. Muy derivada de la anterior, al no poder compartir mucho tiempo con nuestros pequeños intentamos evitar las discusiones y nos excusamos con “es que el niño tiene mucho carácter” o “lo que hace es normal a su edad” y atrasamos el poner límites.

Poca tolerancia a la frustración. La sobreprotección y querer dar a nuestros hijos lo que a nosotros nos negaron hace que la cultura del esfuerzo entre en detrimento y que los niños reclamen lo que quieren para ya, respondiendo con rabietas, gritos y llantos si nuestra respuesta es un “NO”.

¿Cómo controlamos la tiranía de nuestros pequeños emperadores?

Es posible corregir algunos aspectos disfuncionales en la crianza de los pequeños para controlar este tipo de actitudes. Algunas pautas eficaces pueden ser las siguientes:

Establecer reglas claras y explicar las razones de esas reglasPodemos hacer entre todos “las normas de casa”, decorarlas y situarlas en un lugar visible. Explicar y escribir juntos lo que ocurrirá si se incumple cada norma, sin olvidar que somos los padres los que lideramos la negociación. El diálogo genera conciencia y sentido de la responsabilidad, así como que los niños se sientan escuchados e incluidos.

Mostrarnos firmes y consistentes. No imponer un castigo y que luego no se cumpla y en la medida de lo posible intentar responder a cada tipo de actitud siempre de la misma forma.

Retirar nuestra atención. La atención es uno de los mayores reforzadores positivos que hay, por tanto, a veces lo mejor es ignorar aquellas conductas que consideremos poco adecuadas a la situación, por ejemplo, tirarse al suelo para conseguir algo o que nos interrumpan constantemente mientras hablamos por teléfono. Ignorar significa no mirar, ni hablarles, ni escuchar, ni hacer ningún gesto, ni expresión.

Otorgar responsabilidades acordes a la edad del niño. Fomentar que los pequeños hagan pequeños logros por los que gratificarles para fomentar la cultura del esfuerzo, por ejemplo, recoger o poner la mesa, sacar la basura o hacerse la cama. Una vez lo haya hecho reforzarle positivamente con algo que desee, que no tiene por qué ser material.


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